domingo, mayo 08, 2005

La intérprete (2005) (2)



De esta película sólo recuerdo una cosa: el rostro de Nicole Kidman (Nicolasa Chicohombre) llenando cada minuto de la historia y cada centímetro del campo visual y provocando esas extrañas sensaciones que sólo pueden provocar las artes visuales: ternura, enamoramiento, miedo y admiración...
Sidney Pollack pertenece a una generación de directores veteranos de hollywood muy acostumbrado a los éxitos comerciales y nada mejor para eso que contar la historia de amor imposible encarnados por dos actorazísimos como son Nicole Kidman y Sean Penn.
Detrás de eso sólo queda una enrevesada trama de la que son responsables 3 guionistas (típico de hollywood y de las series de tv... aún se me escapa la razón), tan enrevesada como inverosímil...
El marco escogido para la narración es la ONU (está rodado en el escenario real... parece que al señor Kofi Annan le interesaba limpiar un poco la imagen de la organización, aparte de llenar un poquillo más las arcas con dinero yanquee..)
Como todos sabemos, la ONU es una organización con tanto peso político en el mundo que los dictadores (en este caso un negro de no se qué país africano) poco menos que tiemblan de miedo cuando la amenaza del tribunal de la Haya se cierne sobre sus cabezas. La ONU vigila alrededor de todo el mundo la existencia de violaciones de los derechos humanos y es martillo de genocidas. Como hemos visto repetidas veces: el poder de la palabra supera con creces el de las balas o el del napalm (el hecho de que fuese creada por la única potencia del mundo que ha usado armamento nuclear contra población civil desarmada es una mera anécdota); y de eso tenemos numerosas pruebas durante los últimos años.
Respirando un aire idealista desprovisto de profundidad política (lo se: típico de un thriller político) se desarrolla una "anémica historia de amor imposible" entre los dos protagonistas. Desconozco también la causa de esta imposibilidad y más aún, la expresividad de la relación es tan sutil que parece sobreentendida.
Sean Penn desarrolla un personaje torturado en el que se siente realmente cómodo, regocijándose en las arrugas de su frente y en una mirada cínica y cargada de sufrimiento existencial: en su caso se acerca bastante al mítico Carisma hollywoodiense que tanto seguimos añorando.
La estupenda escena final intenta provocarnos el estupor propio de un guión bien programado, y sin querer chafarosla, solo diré que más bien provoca el sopor barato y forzado propio de las apariciones mediáticas de aznar.

En fin, una película correcta, liviana y prescindible (pero por favor, que alguien me presente a la señorita Chicohombre!).




Estadisticas web